Poemando IV

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El sigilo de las ventanas, el murmullo
de dos árboles que nadie conoce, eso
que anda diciendo el viento, ahí, afuera,
en el entresueño del molino. 


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Cuando ya no hay dolor en la memoria
el cuerpo se vuelve mano
la memoria es una mano para cuando.

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Como una antorcha encendida
entre el gentío del bosque
aparece la sonrisa de mi padre
en el vaho de un antiguo camino.


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El abismo en aquellos días
solía ser papel picado,
ladridos en mitad del campo.


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